En el mismísimo Colotlán, tierra de talabarteros, de jóvenes que crecieron con una alesna en las manos o de hombres que han envejecido dentro de un taller, de familias que han comido y han estudiado gracias al trabajo en pita, aquí mismo, este mural causa sorpresa y admiración. Los que saben bordar, porque conocen del esfuerzo extraordinario que se requiere para hacerlo; los que nunca han torcido una hebra, porque están acostumbrados a los usuales productos del piteado y ver algo diferente, tan grande y bien hecho, les trastoca sus esquemas.
Por sus características técnicas sería un candidato natural para el Record Guinness. Mide 2.3 metros de alto por 4.20 metros de ancho. Se usaron poco más de 13 kilos de pita y la piel, ya montada sobre madera, pesa más de 60 kilogramos. Pero el mural no se hizo para el libro de las rarezas. El autor, Mario Montoya de la Rosa y el CUNorte, como promotor, tienen otros objetivos muy distintos.
“Significa el gran amor y cariño que le tengo a mi pueblo, a mi trabajo, y el afecto y el respeto que siento por mis compañeros del piteado. Deseo que Colotlán siga destacando por la artesanía que se ha hecho desde hace 100 o 120 años. Es un trabajo centenario, y me da lástima que ahora se encuentre en una agonía. Pero en lo personal y a mi alcance, no quito el dedo del renglón para continuar con este arte que me ha permitido sacar adelante a mi familia. ¡Cómo no tenerle cariño!”. Mario Montoya se encuentra echando hebra sobre su siguiente trabajo. Lo acompaña su mascota la “pimi” o “pimienta”, un perro cocker. Sus bordadores se retiraron de su taller hace más de un año, los tuvo que “descansar” ante la ausencia de clientes. A media cuadra, Guadalupe Carrera, un viejo maestro talabartero, complementa el chivo con la venta de cañas afuera de su casa.
De sus 41 años de vida, 33 los ha dedicado a la talabartería, primero como aprendiz y luego como maestro. Los niños suelen ir a entrevistarlo para sus trabajos escolares, tiene el respeto de los talabarteros que se han hecho viejos en el oficio y reconocimiento en el pueblo: cuando hacía cinturones o monturas, por la calidad de su bordado, y desde hace años comenzó a destacar por elaborar cuadros de vírgenes, de Pancho Villa, Hernán y la Malinche y del sol azteca. Cada vez más grandes, en cada ocasión un reto mayor.
En los aparadores de las tiendas artesanales de Colotlán sobresalen los coloridos fajos de cintilla (hechos de tela adherida a la piel), los artesanos han tenido que combinarle para mejorar sus ventas. Los que sólo bordan con pita se están convirtiendo en minoría, “sólo permanecerá el trabajo fino, artesanal”, dice el maestro Pedro Carrera. El boom que vivió la talabartería a finales de los ochenta y en el decenio de los noventa, muy ligada al fenómeno de “la quebradita”, ya terminó. La época en que se vendían miles de cintos (la gran mayoría de los conocidos como comerciales o corrientes por la pita gruesa, mal acomodada y dibujos torpes), cuando el 50 por ciento de la población vivía de esto, es historia.
Se le pregunta Mario Montoya, ante la sola compañía de la “pimienta” y la ausencia de sus bordadores, si no hará fajos de cintilla para completar el gasto. “Yo no los he hecho, creo que tampoco los haría. En su defecto, me retiro de talabartero… lo que quiero decir es que al trabajo que hago en pita le veo el lado artístico, no le veo el signo de pesos. Desafortunadamente, mis compañeros no pueden pensar de la misma manera, ellos piensan en la necesidad de arrimar qué comer. Y es muy válido. Para mí mismo, incluso, se me haría válido. Pero a mí se me haría muy triste –tener que usar otros materiales-. Haz de cuenta que yo me casé con mi trabajo y sería como serle infiel a la talabartería, entonces preferiría divorciarme. Mientras tenga vida y pueda, aquí voy a seguir”.
Volvamos al cuadro monumental. En sus más de cuatro metros de ancho y más de dos de alto, que comenzó en el 2008 y concluyó hace unos meses, se encuentra el proceso de la talabartería. La planta del maguey de donde se extrae la fibra para elaborar los hilos, el joven que tuerce las hebras; el artesano que da el terminado al cuero bordado y también al hombre que borda con sus herramientas indispensables: la alesna, las tablas, la aguja, la piel, etc. También se cuenta la conquista de los españoles en este norte jalisciense, a un charro y su caballo con sus arreos que tienen detalles bordados –el piteado como parte de la charrería-, y la imagen del tempo de San Luis Obispo. Por ahí aparecen además el cerro de Santiago que custodia a Colotlán, así como un reconocimiento a Oaxaca, productora de la pita. “Desde niño pensaba que este trabajo no era únicamente hacer cintos y monturas, arreos para caballo o algún adorno para vestimenta. Siempre tuve las ganas de llevarlo más allá de eso, de convertirlo en un arte”, comenta Mario Montoya, casado, con tres hijos.
La idea de hacer una obra de estas proporciones le nació desde que vio un mural pintado en la Presidencia Municipal, sueño que creció por la crisis del bordado y también como una apuesta cultural y turística para Colotlán. El proyecto se lo propuso a varios ayuntamientos colotlenses, pero ninguno le tomó la palabra. Luego conoció al anterior y al actual rector del CUNorte, Alberto Castellanos y Alberto Becerra, y coincidieron en impulsarlo. Él pidió una mensualidad y el material; al final, el mural ronda los 140 mil pesos. Un precio muy por debajo a su costo real, tanto en lo económico como en lo simbólico. “No tuvimos que entrevistarnos en varias ocasiones para definir el mural. Fue algo concreto. Por qué. Porque hubo esa coincidencia de las dos partes”.
¿Qué significa este trabajo? “La satisfacción de sentirme a gusto conmigo mismo. Es una de las más grandes pruebas, primero como artesano que busca superarse y también porque crezco personalmente. Creo que es una cuestión de actitud ante la vida. Si estuviera en otra actividad, la haría con las mismas ganas. Pero encontré una vocación”.
¿Qué significa este trabajo? “La satisfacción de sentirme a gusto conmigo mismo. Es una de las más grandes pruebas, primero como artesano que busca superarse y también porque crezco personalmente. Creo que es una cuestión de actitud ante la vida. Si estuviera en otra actividad, la haría con las mismas ganas. Pero encontré una vocación”.
Por su parte, el rector del CUNorte, José Alberto Becerra Santiago, comenta: “Se trata de reconocer la talabartería desde su valor artístico e identitario, es decir, el trabajo del piteado como parte ya de una cultura y una tradición en la que se identifican una buena parte de los colotlenses y de la cual se sienten orgullosos y, por otro lado, de la capacidad creativa de los artesanos que pueden generar piezas dignas de admiración y que pueden ser vistas tranquilamente como una obra de arte, lo que representaría una revaloración del oficio. El mural en sí puede tener muchos significados, pero sobre todo nos interesa que se vea como un homenaje y un reconocimiento a los talabarteros; y como un lazo entre la Universidad y la comunidad”.
En septiembre pasado, Mario Montoya dio una plática acerca de la talabartería. Además de maestro artesano, se ha interesado por leer, buscar información, tratar de tapar los múltiples hoyos negros que tiene la historia del piteado en Colotlán. Se sabe que esta artesanía existe desde finales del siglo XIX o principios del XX, pero se desconoce la manera cómo llegó, o cómo surgió. Hay poca información impresa de la evolución del piteado. Debido a estas inquietudes es que estudia el primer semestre de la Licenciatura en Antropología Social, en el mismo CUNorte. “Existe una necesidad muy grande, la de saber más del piteado. Sabemos que aquí se ha desarrollado, pero necesitamos conocer cómo llega y cómo se desarrolla. Con esa idea entré a Antropología, de tratar de adquirir conocimientos para desarrollar algo más formal con respecto a la historia del piteado”, agrega.
Entre sus deseos también está el de contribuir en la creación de un museo del piteado. “Me gustaría mucho, es un sueño. Obviamente necesitamos de gente interesada en las dependencias gubernamentales, municipales, estatales, federales. Que compartan esta visión. Esta necesidad. Un museo será un atractivo turístico, pero también nos ayudaría a conocernos a nosotros mismos. Nuestro pasado. Nuestra identidad”.
Por lo pronto se siente satisfecho por la meta cumplida. Pero es apenas un paso, conociéndolo se pueden pronosticar metas más elevadas. Retos más importantes. “Deseo agradecer a la Universidad de Guadalajara y a los colotlenses que se sienten orgullosos de pertenecer a este pueblo, de sentirse talabarteros. Que todavía los hay, no todos han desaparecido. Esas persona que con su trabajo siguen marcando la pauta para el desarrollo de la talabartería y espero que este proyecto abra conciencias de nuestros gobernantes para que le den la seriedad que requiere a esta actividad para que podamos seguir diciendo que pertenecemos a la capital mundial del piteado”.
El mural se inaugurará en Centro Cultural Casa Hidalgo, del CUNorte, el próximo miércoles 24 de noviembre, a las 18:00 horas. Después se le buscará nuevos espacios para mostrarlo y difundir el arte del piteado.
Texto: Francisco Vázquez
Fotografía: Raúl González
Fotografía: Raúl González
MAS RESUMIDA EXPLISITA Y ENTENDIBLE PERO ES BUENA
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